domingo, 1 de octubre de 2023

Nosotros los vivos

Pongamos que todos los días de dos años estuve vivo.
Recorrí una ciudad en un desgaste mutuo, y me sacié.
Acudí a tertulias de inermes poetas en el piso de Pablo, 
mi amigo obsesionado con el desierto, donde a menudo
los viejos se excedían hablando y los jóvenes fumando.
Frecuenté dos o tres bares del centro. Creí ver al mismo 
tío al principio y al final de una calle mal iluminada. 
Confundí a una chica de espaldas con una conocida 
a la que nunca presté demasiada atención. Me pregunté 
por qué. ¿La creí predecible, insorpresiva? Cómo peta el 
altavoz, hermano. Defenestré la salsa. Me reí de algo que
con toda seguridad no recordaría. Vi droga en todas partes 
cuando me drogaba. No la vi cuando no me drogaba, que 
era casi siempre. Peleas, gente de fuera, los pitillos ya 
no se llevan, incontables air forces blancas y capuchas 
de pelo sintético, humedad mucha, y subiendo, el lenguaje 
es un fenómeno muy extraño, si lo piensas, citas de citas 
de citas, pequeñas portátiles tiroteadas ficciones como 
ventanas altas, o estatuas vivas o pavesas, ondeando. 
Perdona, ¿tienes un cigarro? Advertí que no se oían 
los grillos como un responso en el vacío. Pasé por 
un hotel a cuya azotea llevé a dos chicas muy 
distintas que sin embargo pidieron lo mismo. 
Por un bufet en el que pensé de verdad que pensé 
estoy tomando buenas decisiones últimamente.

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