a season in hell en tierna espiral, y dan ganas de adoptar un cariñoso gesto, fingirlo y tansfigurarlo, ahogar la economía del lenguaje en la opulencia de la caricia, articular confesar cuánto fui capaz de quererte con otras palabras que no sean oh, te espero, cuánto ansío que vuelvas; hay demonios en la ciudad que se jartan de reír, esto lo oí de mamá y luego de una canción, y es curioso cómo a veces no entiendes hasta que pasas una noche en el calabozo lo que tu padre te dijo, hijo, no hay nada peor que dormir con frío, y te das cuenta de que hablaba de dormir donde tú estás durmiendo ahora, si bien no en esta colchoneta azul sí en otra de similar ingratitud, y de que no se refería tanto al frío como a lo amargo del frío al descamarse en tu interior; quién no ha tropezado de emoción, tontamente, al tomar un ramo de flores amarillas y llevarlo, con un soplo, al mínimo intersticio en las vidas de los demás de masomenos 22 metros cuadrados que es una casa que es masomenos un pulmón de acero y yeso y aguaplast que es un teselado hecho de pequeñas piedras lindas que se contienen a sí mismas y son su misma representación, su propio identikit, como el grado de giro óptimo de un grifo malo, o la trayectoria predilecta de las gotas o de las migas de pan tostado, o una rosa en el alféizar que, una vez vista, uno seguirá viendo para siempre, no sé si me explico, de modo que uno se ve saliendo del gimnasio y es por una suerte de entrañable afán continuista y por estas pequeñas piedras lindas fantasma a la fuerza damasquinadas en la memoria por las que debe uno detenerse a comprar las flores, y quién no ha abierto la puerta con el ramo escondido tras de sí y una sonrisa reveladora, quién no ha asaltado una ermita, fusilado un impulso o sido un redentor momentáneo, quién no ha cabalgado el arrepentimiento, no ha escondido nada, obrado de acuerdo con un único precepto concéntrico y nuclear, quién quién quién no se ha deshecho en la imagen devuelta de un escaparate y se ha irreconocido, no ha sonado cínico cuando solo estaba tratando de ser sincero, no ha estado al tiempo lleno de un júbilo de lo más fluorescente y una pena de lo más anestética, a solaz e insolentemente acrisolado, quién no ha lavado las sábanas para no tener que olerles un recuerdo, o no se ha mostrado solícito con un superior ante la imposibilidad de ejemplificar la transparencia en dos cuerpos separados en el tiempo y en el espacio, o fregado los platos ante la imposibilidad de ejercer una praxis mucho más honesta y consecuente, como la de abrazarte o tener tu pierna entre las mías y tentar tu pierna en la oscuridad, quién no ha tropezado de emoción, tontamente, en un entregarse desesperado, lo que quiero decir es que todos somos nuestros padres o nuestras madres, y que nadie debería pasar por ciertas cosas sin antes hacer ciertas cosas como bañarse desnudo en un río o posar un labio en la nieve, porque es triste cuando.
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