I want my feet to be bare, I want my face to be shaven, and my heart— you can't plan on the heart, but the better part of it, my poetry, is open.
lunes, 2 de diciembre de 2019
sábado, 23 de noviembre de 2019
viernes, 22 de noviembre de 2019
lunes, 18 de noviembre de 2019
lampandico
puedo imaginar que te alcanzó la lluvia
al salir de casa, y que te pareció que
con delicia podrías enfrentar la rigidez
de los reflejos, porque te gusta tanto
que llueva como la sandía para desayunar,
con nata y cortada a dados, así de dulce,
y ahora que podías tenerla, encima de ti y
abriéndose a tu paso, pensabas en cómo iban a sonar
palabras como cauce o revólver si las dijese un hombre
y de pronto no sabías qué hacer con las manos;
esperaré un rato en este parque fumando
solo, hasta que me digas que es posible
salvar un poco de cada uno del modo
en que se salva lo que puede salvarse.
lunes, 27 de mayo de 2019
David Foster Wallace
El talento es solo un instrumento. Es como tener un bolígrafo que funciona en lugar de uno que no. No digo que yo sea capaz de trabajar sistemáticamente bajo esa premisa, pero parece que la gran diferencia entre el buen arte y el arte mediocre radica en algún lugar dentro del propósito del corazón del arte, en los intereses de la consciencia que hay tras el texto. Tiene algo que ver con el amor. Con la disciplina de sacar la parte de ti capaz de amar en lugar de esa parte que solo quiere ser amada. Sé que esto no está de moda en absoluto. No sé. Pero al parecer una de las cosas que los escritores de ficción verdaderamente geniales hacen —desde Carver a Chejov hasta Flannery O’Connor, o como el Tolstoi de «La muerte de Iván Ilich» o el Pynchon de El arcoíris de gravedad— es darle al lector algo. El lector se marcha del arte auténtico mucho más pesado de lo que entró. Más lleno. Toda la atención y el compromiso y el trabajo que se le requieren al lector no pueden ser para tu propio beneficio; tiene que ser para el suyo. Lo pernicioso del medioambiente cultural de hoy día es que hace que dé miedo llevar esto a cabo. El mejor trabajo sale probablemente de la voluntad de revelarte a ti mismo, de abrirte en un sentido espiritual y emocional que amenacen con hacerte parecer banal o melodramático o ingenuo o pasado de moda o ñoño, y pedirle al lector que sienta algo de verdad. Estar dispuesto a en cierto modo morir para emocionar al lector de alguna manera. Incluso ahora, diciéndolo, tengo miedo de lo ñoño que parecerá esto cuando se imprima. Y el esfuerzo de hacerlo de verdad, no simplemente hablar de ello, requiere de un tipo de coraje que al parecer no tengo todavía. No veo ese tipo de coraje en Mark Leyner ni en Emily Prager ni en Bret Ellis. En ocasiones veo destellos en Vollmann y Daitch y Nicholson Baker y Amy Homes y Jon Franzen. Es extraño, todo ello tiene que ver con la calidad pero no demasiado con el puro talento al escribir. Tiene que ver con el clic. Antes pensaba que el clic venía de «Hostias, acabo de hacer algo realmente bueno». Ahora parece que el clic auténtico es más algo como «Aquí hay algo bueno, y por un lado no me importa demasiado, y por otro tal vez al lector no le importe demasiado, pero es bueno porque de aquí se puede extraer valor tanto para mí como para el lector». Quizá sea tan simple como hacer que la escritura sea más generosa y esté menos guiada por el ego.
viernes, 10 de mayo de 2019
07.05.19
olivia se toca la barbilla
y piensa un sudoku
estamos fuera, hace un viento
que con ojo de jaspe negro le corta la frente
en diagonal
y piensa un sudoku
estamos fuera, hace un viento
que con ojo de jaspe negro le corta la frente
en diagonal
lo absurdo ha sido siempre tan moderno
y lo moderno tan fingido
miércoles, 24 de abril de 2019
martes, 2 de abril de 2019
nada de eso
hola qué van a tomar
desmemoria, si tienen
gracias
y un estanque para aguarla
sin médanos ni destellos ni crótalos entre los juncos
ni el qué será de mí
por favor
(unos cuantos pensamientos tan claros que será mejor que no recuerde)
desmemoria, si tienen
gracias
y un estanque para aguarla
sin médanos ni destellos ni crótalos entre los juncos
ni el qué será de mí
por favor
(unos cuantos pensamientos tan claros que será mejor que no recuerde)
jueves, 7 de marzo de 2019
Two-Headed Calf, de Laura Gilpin
Tomorrow when the farm boys find this
freak of nature, they will wrap his body
in newspaper and carry him to the museum.
But tonight he is alive and in the north
field with his mother. It is a perfect
summer evening: the moon rising over
the orchard, the wind in the grass. And
as he stares into the sky, there are
twice as many stars as usual.
Becerro de dos cabezas, Laura Gilpin
Mañana, cuando los chicos de la granja encuentren esta
aberración de la naturaleza, envolverán su cuerpo
en papel de periódico y lo llevarán al museo.
Pero esta noche está vivo y en el prado
del norte con su madre. Es una tarde perfecta
de verano: la luna asciende sobre
el huerto, el viento en la hierba. Y
cuando contempla el cielo, hay
el doble de estrellas que de costumbre.
freak of nature, they will wrap his body
in newspaper and carry him to the museum.
But tonight he is alive and in the north
field with his mother. It is a perfect
summer evening: the moon rising over
the orchard, the wind in the grass. And
as he stares into the sky, there are
twice as many stars as usual.
Becerro de dos cabezas, Laura Gilpin
Mañana, cuando los chicos de la granja encuentren esta
aberración de la naturaleza, envolverán su cuerpo
en papel de periódico y lo llevarán al museo.
Pero esta noche está vivo y en el prado
del norte con su madre. Es una tarde perfecta
de verano: la luna asciende sobre
el huerto, el viento en la hierba. Y
cuando contempla el cielo, hay
el doble de estrellas que de costumbre.
viernes, 8 de febrero de 2019
En París no se acaba nunca, de Enrique Vila-Matas
102
En Vita nuova, nos dice Dante que alguna vez enumeró en una epístola sesenta nombres de mujer para deslizar entre ellos, secreto, el nombre de Beatriz. Borges piensa que en la Comedia repitió Dante ese melancólico juego, sospecha que edificó el mejor libro que la literatura ha alcanzado para poder intercalar algunos encuentros con la irrecuperable Beatriz. Y yo tengo la impresión de que -salvando, por supuesto, las insalvables distancias- este melancólico juego lo llevé a cabo inconscientemente en La asesina ilustrada, tengo la impresión de que escribí todo el libro para poder intercalar en él un poema, un solo poema, el último que escribí en mi vida y el único que he publicado. Vistas así las cosas, toda La asesina ilustrada habría sido una excusa para poder despedirme de la poesía a través de estos versos: «Proscrita andarás sin lágrimas ni tumba / y navegarás cerca del tiempo ido y de allí, / más allá y hacia lo lejos, / con los ojos frente a lo Nunca Visto, / en dirección a Circe, bella muerta, / allá donde, rebasando en silencio / las ciudades sin sol, me encontrarás. / Seré la destrozada nave que tocará / la playa de la amiga en vano celebrada.»
Hoy en día La asesina ilustrada me parece básicamente una despedida de la poesía por mi parte. El argumento oculto del libro sería la sorda tragedia juvenil del que se ha despedido de la poesía para caer en la vulgaridad de la narración. Si a Hemingway, por ejemplo, ese tipo de trasvase de la poesía a la prosa no le había preocupado ni lo más mínimo («la facultad lírica de la adolescencia, tan perecedera y engañosa como la propia juventud»), a mí en cambio me afectó mucho. La asesina ilustrada, con su atormentada descripción de la muerte de un poeta, da pleno testimonio de ello, habla no sólo de mi drama personal sino del drama de muchos escritores jóvenes que al principio de su proceso creativo, si son imaginativos, suelen construir mundos poéticos propios, forjados en gran medida por sus lecturas, pero más adelante, a medida que la intensidad imaginativa va disminuyendo, van viendo cómo se acomodan a la realidad, caen en la prosa cotidiana y eso les hace sentir que han traicionado sus principios poéticos de primera hora. Algunos, los más inteligentes y obstinados, se resisten a rendirse tan fácilmente y mantienen la fe en su poesía durante algunos años más, pero lo que no saben es que, por mucho que hagan, la poesía ya les abandonó a ellos hace mucho tiempo. Nadie escapa a esta ley de la vida poética tan demoledora, nadie. O, mejor dicho, escapa de ella la inmensa mayoría de la humanidad, toda esa gente zumbada y aplastada por la tiranía de la realidad y que ha tenido la dudosa suerte de no haber distinguido nunca entre prosa y poesía.
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