lunes, 18 de noviembre de 2019

lampandico

puedo imaginar que te alcanzó la lluvia
al salir de casa, y que te pareció que
con delicia podrías enfrentar la rigidez
de los reflejos, porque te gusta tanto
que llueva como la sandía para desayunar,
con nata y cortada a dados, así de dulce,
y ahora que podías tenerla, encima de ti y 
abriéndose a tu paso, pensabas en cómo iban a sonar
palabras como cauce o revólver si las dijese un hombre
y de pronto no sabías qué hacer con las manos;
esperaré un rato en este parque fumando
solo, hasta que me digas que es posible
salvar un poco de cada uno del modo 
en que se salva lo que puede salvarse.

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