jueves, 19 de octubre de 2023

Retrato del artista reincidente

Amanecía, y Ferran caminaba decidido pues sabía hacia dónde. En los últimos días, había sufrido una metamorfosis: ahora era un artista. A sus 42 años había, al fin, encontrado una pasión. Y el hecho de tener una obra de la que preocuparse le satisfacía y calmaba. Hasta ese momento, su vida se había asemejado a un laberinto siniestro que él se limitaba a husmear, persiguiendo el rastro de algo que no sabía lo que era y, a su vez, huyendo de una fuerza extraña que lo perseguía. Pero esos días habían quedado atrás. Ahora era como si los muros de ese laberinto se hubieran venido abajo y tuviera, ante él, un enorme páramo en el que correr contra las estrellas. La noche anterior, sin ir más lejos, había pintado un “VIVA ESPAÑA”. Todas eran del rollo; consignas vacuas aunque poderosas, constitucionales aunque franquistas. Las realizaba encapuchado, metido bien adentro de la noche, con fat caps baratos del chino y una dudosa precisión caligráfica, y procuraba, haciendo gala de un espíritu artístico moderno y planificador, totalmente alejado de la bohemia comúnmente trituradora, que fueran visibles desde la carretera. Y ahí estaban. Técnica: aerosol sobre concreto. Movimiento: Impresionismo concreto postlaberíntico. 


Bueno, que amanecía. Amanecía, y Ferran caminaba decidido pues sabía hacia dónde. Sin embargo, esa mañana era distinta. Vestía igual que la noche anterior, con una variación: ahora llevaba un chaleco reflectante. A raíz de un incidente con la policía en sus tiempos de ultra perico, tenía que prestar, a la comunidad, nada menos que 40 horas de sus servicios de limpieza. Y su cometido era devolverle el blanco a las paredes. Así que amanecía, sí sí, y Ferran caminaba decidido pues sabía hacia dónde: hacia el suicidio artístico. Hacia la destrucción su obra. O la culminación, según se vea. Una obra de compleción inversa. De ida y vuelta. Y Ferran se sentía bien, con la convicción visceral del activista que arroja una lata de salsa de tomate sobre Los girasoles, o la locura del húngaro loco que, pongamos, mutila La pietà. De ese modo, pintando de noche y borrando de día, se estaba autocreando empleo. Podría decirse que era más próximo al emprendimiento que a la delincuencia. Amanecía, claro, como ya sabemos, y aunque lo intentara, a Ferran le era imposible recordar el laberinto. Sus ángulos. Sus muros. Ahora solo los pintaba. 

martes, 17 de octubre de 2023

[a modo de entrada te sientas con un objeto], Chaun Webster

Traducción propia


a modo de entrada te sientas con un objeto, lo sostienes entre las manos, frotas los dedos por sus surcos. cierras los ojos, no tanto como un acto de fe sino como un intento de concentrar los sentidos, de ver qué conocimiento puede estar disponible a través de una relación háptica. es sólo una cartera. está vacía. Reginald Jerry Clark le dejaría esto a Regina, y ella, a su vez, te lo dejaría a ti. te enseña a no hablar mal de los muertos, a no hablar de ellos en absoluto, para que no haya ninguna ceremonia en torno a la ausencia. 


un trabajador ferroviario negro nació en 1913, sirvió como porteador para The Great Northern Railroad durante 25 años y se jubiló sin pensión. murió algún tiempo después. en 1913 había un trabajador ferroviario, un porteador sirvió en The Great Northern Railroad y murió algún tiempo después de jubilarse. un trabajador ferroviario negro murió y volvió como porteador, se jubiló sin pensión murió. un trabajador negro nació como porteador para el ferrocarril murió y volvió como un cuarto de milla de vía. un trabajador ferroviario negro trabajó y sirvió y murió y la jubilación era siempre más tarde, más tarde.

 

trabajas con palabras, que a diferencia de la cartera, no es un material que toques, pero te preguntas si al reordenarlas podrías desbaratar lo que se presupone, si podrías trabajar algo más que el vacío de sus surcos. sólo has fracasado en esto. aún no eres un practicante suficientemente hábil del fracaso, y por eso sigues reordenándolas, para ver qué proyecta una sombra.

domingo, 1 de octubre de 2023

Nosotros los vivos

Pongamos que todos los días de dos años estuve vivo.
Recorrí una ciudad en un desgaste mutuo, y me sacié.
Acudí a tertulias de inermes poetas en el piso de Pablo, 
mi amigo obsesionado con el desierto, donde a menudo
los viejos se excedían hablando y los jóvenes fumando.
Frecuenté dos o tres bares del centro. Creí ver al mismo 
tío al principio y al final de una calle mal iluminada. 
Confundí a una chica de espaldas con una conocida 
a la que nunca presté demasiada atención. Me pregunté 
por qué. ¿La creí predecible, insorpresiva? Cómo peta el 
altavoz, hermano. Defenestré la salsa. Me reí de algo que
con toda seguridad no recordaría. Vi droga en todas partes 
cuando me drogaba. No la vi cuando no me drogaba, que 
era casi siempre. Peleas, gente de fuera, los pitillos ya 
no se llevan, incontables air forces blancas y capuchas 
de pelo sintético, humedad mucha, y subiendo, el lenguaje 
es un fenómeno muy extraño, si lo piensas, citas de citas 
de citas, pequeñas portátiles tiroteadas ficciones como 
ventanas altas, o estatuas vivas o pavesas, ondeando. 
Perdona, ¿tienes un cigarro? Advertí que no se oían 
los grillos como un responso en el vacío. Pasé por 
un hotel a cuya azotea llevé a dos chicas muy 
distintas que sin embargo pidieron lo mismo. 
Por un bufet en el que pensé de verdad que pensé 
estoy tomando buenas decisiones últimamente.