que por eso se llevó al Diego.
Yo me pregunto si no querría ponerse duro.
He leído a un tuitero una reflexión
que venía a decir:
“qué es mejor, ¿el odio o la cocaína?
Pelotudos de mierda”.
A propósito de su muerte,
al parecer el mundo se divide
entre gente que lo amaba
y gente que lo odiaba.
Lo mismo que Jesús.
Yo, que me siempre me tuve por un humanista,
adoraba al Diego como adoro a todo ser
que pueda llegar a convertirse
en objeto de devoción.
Receptáculo y agente de fe.
En Nápoles y en las villas bonaerenses
el Maradonismo tiene adeptos
y mártires.
La Biblia repudia la idolatría.
Dice que desafía la sobreranía de dios.
A mí me encanta la idolatría.
Idolatro a todo hombre o mujer
que puedas imaginar siendo un ídolo,
una gold chain o un tattoo.
Me imagino al Diego diciéndole al camello
su ipsissima verba:
“Ché, sabés qué, conseguíme un poco más
y rellená mi contorno con la sustancialidad
de un ídolo-hombre.
Hoy soy un dios que quiere ser un drogata,
y, mientras lo sea, el sol no bajará de lo alto
hasta que se cierre toda ventana
y se prenda toda luz.
Las hojas rodarán
de una nueva forma desconocida
y no habrá más oscuridad
que la merecida.
Los que no creyeron, que la mamen,
que la sigan mamando.
Estos goles son para ustedes.
Pelotudos de mierda.