viernes, 23 de febrero de 2018

bukowski sin duda sabría cómo seguir

Y nos enraizamos en el tango asténico al que recurríamos cuando no podíamos joder, porque no se puede joder todo el día, y menos ahí, sobre las sábanas revestidas de las vaguezas que exuda un tío como yo. Yo era un tío con clase, un haragán, un tipo que había trabajado apenas seis meses en dieciocho años y se enorgullecía de ello. Oh, querida, no empieces con eso, mira, mira mis suaves manos de pianista, no puedo trabajar, no estoy hecho para eso, mujer, hay ciertos hombres en el mundo que no lo soportarían, entiéndelos a ellos, querida, y me entenderás a mí, le decía. Y entonces se le retorcía la boca en un rictus de anciana pese a sus treinta y pocos y durante un tiempo no me preocupó demasiado. Luego sabría que aquella era la mueca de la piedad que sentía por ella misma. Pero para entonces, ya podía permitirme algo un poco mejor, así que tampoco me preocupó demasiado. Además, era horroroso aquello que hacía, le disolvía las facciones y la hacía parecer inofensiva.

lunes, 5 de febrero de 2018

piromanía entusiasta con montones de espasmos y temblores y salivación, de modo que la araña de cristal teje sus estúpidas súplicas debajo del mar desvaído, con complicaciones en todas partes, y por asegurarse de que nadie pueda sentir una fuerza futura o un futuro convencimiento se lo toma con seriedad, y entonces naturalmente es cómo nace el tiempo, al principio siempre como una estela de una estrella que se precipita en la noche salvaje y profética de la quietud, y luego ya deformándose, al estilo de cualquier reflejo de luz amistosa en las aceras húmedas de la ciudad que uno adora por unas razones y detesta por otras a menudo coincidentes