Tiene gracia. No recuerdo el anuncio
de la tele que me recordó a Mariona
anoche, cuando estaba a punto de dormirme.
Hoy la vi paseando por mi calle.
Después de 8 años o así ya casi la había olvidado.
Pasamos la noche en el altillo de un bungalow.
Ella se había roto la pierna esquiando
y yo tuve cuidado con mis piernas y la escayola.
Éramos pequeños, no sabíamos demasiado
ni queríamos, supongo.
Aunque tal vez sepamos menos ahora
y tan a gusto; pero hemos visto
algunas películas que acaban bien
que acaban mal que no acaban que
por qué deberían? También
llevamos unas cuantas firmas
en la esquina de un folio
garabateadas con más o menos decisión.
Algunos días explotan, te revientan en la cara.
Hoy.
Jenny y su marido son de Asheville, North Carolina. Buena gente.
Les fascinó la ciudad.
Los 10 euros que me dieron me costearon un kebab.
Esta mañana, algunas chicas tenían un brillo de ceniza en el pelo.
Especialmente en las escaleras de la catedral.
Hubo una a la que el amarillo de su chaqueta le dejaba el mechón del flequillo bien en su sitio, cortándole la fina mirada, acuñándola como una moneda de plata si las monedas de plata las acuñaran bajo una suave lluvia árabe.
Algo de neblina; nunca es suficiente.
"Hasta que no huela a prado yo no me muevo".
Llegué a casa y para culminar una sensación que quiénsabededondeviene,
resolví bajar a robar un libro.
Hojeé unas cartas algo trágicas del maldito de cravan.
Me llevé los otros poemas, de paul legault,
traducidos por (mi) berta garcía faet.
Si lo abro, dice: "Children pretend to be teacups.
Some men raise bees".
Son pequeños dramas de armario para ver en tu mente.
El cerebro el proscenio. Algunos poemas contienen perlas; otros derraman leche fresca. En este, yo digo que las abejas son mías.
Una cosa siempre lleva a la otra. Unidas por ¿la piedad natural?
Exactamente como todo lo que ves, todo cabe en un pañuelo olvidado, en un pequeño pañuelito de Manila, loquemelleva a una uva desnuda envuelta en su nigérrimo chal, loquemelleva a Júlia desnuda entre mis sábanas. Cabemos.
Sin dinero, lo único que hago es leer.
En algún sitio he leído que los poetas follan bien, sobre todo si no tienen dinero.
Algunas palabras me recuerdan a gente hundiéndose en el pasado.
Un mosaico de identikits como un ídolo hecho de teselas preside el atrio del mausoleo familiar.
Un certero fin de raza.
El esperadísimo simún, tot trèmul.