-Y los poetas, ¿qué hacen?
-Miran.
-Miran.
-Sí. Miran las cosas.
-Pero nosotros también miramos. Esta mañana en el parque, ¿te acuerdas de la oruga que has cogido? De cerquita era tan verde y tan pequeña... Y las flores para mamá. También las hemos mirado, y olían a agua limpia, y me has puesto una en el pelo y luego ya no olía a nada.
-Sí. Supongo que sí. Nosotros también miramos.
-Entonces, ¿somos poetas, papá? Me gustaría ser poeta para mirar todo el tiempo las cosas que me gustan.
-Pero ellos miran todas las cosas, no solo las que les gusta mirar.
-Ah.
-Sí. A veces son muy raros. No tienes por qué mirar algo si no te gusta, ¿no?
-No. Hay cosas que me ponen triste si las miro.
-Pero ellos, además de mirar las cosas también ven los reflejos de las cosas. Que se van apagando. Ellos dicen que se escurren. Así, los reflejos de las cosas bonitas duran más que las cosas bonitas. Ellos creen que al escribirlas les dan una vida infinita.
-Oh, qué suerte, papá... Así, ¿las excursiones al río y la cabaña y sus amigos de la escuela y sus mamás y las cosas bonitas que les gustan pueden durar para siempre si las miran de cerca?