A ambos lados del espacioso paseo están dispuestos numerosos bancos de madera oscura que, a causa de su exposición irregular al sol, se muestran ligeramente chamuscados. Más de la mitad de ellos se encuentran ocupados, hecho que resulta ordinario si se tiene presente que el cielo es raso y la brisa suave y que, en días como este, las ramblas de la parte alta de la ciudad se ven convertidas en auténticos hervideros brumosos. El suelo es de baldosones de un gris mate y está sembrado de manchas negruzcas como el alquitrán.
Los paseantes discurren por entre las dos hileras de asientos en grupos de pequeño y mediano número. Mientras que las parejas y los individuos acostumbran a transitar con la templanza del flujo de las nubes, como espectros entregados al tedio que ojean las escenas, algún personajillo puntual surge de un extremo y se esfuma por el opuesto con el apremio del que trae el culo en llamas azuladas y exhala humos de tila. Tras desaparecer, infiero que se dirige a un trabajo donde sirve con la resignación del peón. Muy por encima de todas estas siluetas, contorneadas por la luz anaranjada de la tarde, las hojas se izan como yemas batientes.
Los grandes grupos turísticos no son muy habituales a esta hora. Sin embargo, cuando se ve una marea envuelta en un halo de un amarillo vivaz, su condición resulta inconfundible. Los pasmarotes renqueantes supuran, alternando entre berridos rasgados de viva voz y ademanes iridiscentes de electrón cósmico y toses sangrantes, efluvios de poesía desnuda. Son los versos más arrebatadores que he oído nunca y puedo verlos tendidos en el suelo mortecino. Se agusanarán y las hormigas harán también lo suyo cargando con ellos y serán pisoteados y nadie los advertirá jamás pegados a sus suelas limadas. Hasta que sean polvo sobre aceras. Todo lo que pueda pasarles es realmente triste.
El viento zarandea las hojas muertas del próximo otoño, y con ellas el poema lánguido. Esto es de entre todo lo más triste, porque los otoños acontecen siempre a la nada.
I want my feet to be bare, I want my face to be shaven, and my heart— you can't plan on the heart, but the better part of it, my poetry, is open.
jueves, 25 de mayo de 2017
miércoles, 24 de mayo de 2017
El almuerzo desnudo
Una vez hice una ronda con él, por divertirme. ¿Sabes cómo son los viejos cuando comen, que pierden completamente la vergüenza y sólo verlos te hace vomitar? Los yonquis viejos son iguales con la droga. Babean y chillan al verla. Mientras la cuecen les cuelga saliva por el mentón, les gruñe el estómago y se les retuercen las tripas en movimientos peristálticos y se les disuelve la poca piel decente que les queda, esperas que en cualquier momento se les salga una gran burbuja de protoplasma que rodee la droga. Algo realmente repugnante de ver.William S. Burroughs
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